CONTRA EL MAQUINAL RUIDO
Toda sociedad monolítica (no sólo
la totalitaria violenta, sino también la suave conformista) tiende a
tener en un puño, “sin posibilidad de escapatoria”, a los
individuos que la componen; a obligarlos a una condición de
coexistencia, que los ate a ella de manera tan férrea que no se les
ocurre romper o saltar esa atadura.
Y la sociedad produce esa condición
también con ayuda del “sometimiento acústico”. Desde el momento
en que un individuo está condenado a vivir en un mundo donde “tiene
que escuchar” porque no resta ningún sitio silencioso, no le queda
más remedio que pertenecer a ese mundo, obedecerlo o incluso
convertirse en siervo del mismo. Si se le niega al hombre escapar de
su accesibilidad y disponibilidad acústica, pronto se le negará
también, es decir, pronto no será capaz tampoco de escapar de la
accesibilidad y disponibilidad en general: la accesibilidad y la
disponibilidad se convierten entonces en su segunda naturaleza. Y al
final, incluso cultivará esa esclavización, de manera que se
sentirá perdido si por casualidad no es disponible.
Que el medio acústico trabaje tan
seguro; que se confirme de manera tan insigne como aparato de
sometimiento no es sorprendente para nadie que tenga las ideas claras
sobre las verdades filosóficas elementales acerca del escuchar,
“pues la dimensión de lo acústico es la dimensión de la
no-libertad”. En cuanto que escuchamos somos no-libres. Dejar de
escuchar es más difícil que dejar de mirar. Y esta dificultad
fundamental se basa en que no se nos ha concedido “párpados
auditivos” o, dicho fenomenológicamente, en que a diferencia del
mundo visible, el mundo auditivo se puede introducir en nosotros sin
pedirlo, de manera indiscreta, impertinente, sin necesidad de nuestro
expreso consentimiento intencional y, lo queramos o no, nos obliga a
participar. No hay nadie que escuche que se encuentre únicamente
allí donde está. Dado que el sonido se encuentra allí donde suena
y, a la vez, donde es escuchado, obliga al que escucha a estar al
mismo tiempo en dos sitios: a pesar de estar “aquí”, siempre
está también “allí” y, de esa manera, lo convierte en
dependiente y atado.
Así pues, dado que dejar de
escuchar exige libertad, una capacidad de abstracción, una fuerza de
“concentración negativa” y dado que solo los menos poseen esa
fuerza, la mayoría de nosotros somos sometidos mediante el ruido y,
a través del ruido continuado, se nos impide llegar alguna vez a ser
nosotros mismos. Y con ello se consigue el ideal de desprivatización
del conformismo.
ANDERS,
GÜNTHER: La obsolescencia del hombre. (Vol. II). Sobre la
destrucción de la vida en la época de la tercera revolución
industrial , pags. 243-244.
Dante relata que el ruido era un
invento del demonio y que algunos condenados al infierno eran
sometidos a la tortura de un ruido sin fin como castigo de sus
culpas.
- IMPORTANCIA DEL SONIDO Y LA MÚSICA EN LA LIBERTAD HUMANA.
Somos menos libres por la sugestión
auditiva que por la visual. Si nuestra voluntad consiste en no ver
algo, podemos cerrar instantáneamente los ojos mediante los
párpados. Pero, dejar de oir o de escuchar es más dificultoso para
la voluntad libre.
Neurológicamente, en la actualidad,
los científicos confirman que el oído es el más cualificado de los
estímulos sensoriales cerebrales. De éstos, el 20% corresponden a
la vista, el 30% corresponden al gusto, olfato y tacto, el 50%
corresponden al oído, que despierta e impulsa al cerebro, además de
protegerlo contra el deterioro. El oído es el sentido más empático
que cualquier otro y, por ejemplo, somos capaces de llorar con sólo
oir una melodía. Tiene mayor poder asociativo o sugestivo que una
imagen y reporta emociones más potentes que el gusto o el tacto. Es
a través de los sentidos que el cerebro se nutre de información y
cumple con su funcionamiento. Alfred Tomatis expuso que el oído
proporciona al sistema nervioso casi el 90% de toda su energía
sensorial. Tanto los sonidos como los movimientos generan energía y
el oído actúa como dínamo transformando esta energía en impulsos
neurales que envía al cerebro. Y dentro de los tipos de sonido, para
nosotros, el músico, psicólogo y neurólogo Stephan Koelsch
manifestó que nada influye tanto, tiene un impacto tan trascendental
sobre el cerebro, como la música.
Lo que vemos u oímos, es una imagen
visual o aural (auditiva), que depende de la habilidad de nuestro
cerebro para procesar una cierta cantidad de información. El sonido
es vibración y ésta es energía que se transmite en forma de ondas
que llegan al oído y de él al cerebro. Pueden ser de diferente
naturaleza: agradables, desagradables, excitantes, tranquilizadoras,
etc. En definitiva,transmiten un mensaje que puede ser más o menos
significativo dependiendo de diversos factores. La audición o acción
de oir, podemos considerarla desde el enfoque psicofisiológico, como
el resultado de una excitación producida por ondas sonoras sobre las
terminaciones del nervio auditivo, que se transmite al centro
auditivo del cerebro y da lugar a una sensación aural (o auditiva).
Así, el sonido es información,
mensaje o sensación auditiva. Nuestra capacidad auditiva, sobre todo
en su aspecto perceptivo, constituye un módulo cognitivo tal como se
define este concepto en la psicología evolucionista. En el caso
especial de la percepción musical, es un proceso psicológico en el
que se integran las variables físicas del sonido con procesos como
el aprendizaje, la memoria, la motivación y la emoción; todo esto
enmarcado en un contexto estético y sociocultural determinado, que
permite organizar el interpretar la información sensorial para darle
significado. Por ser un proceso continuo, dicha percepción
retroalimenta las experiencias previas del sujeto, cambiando sus
motivaciones y emociones, y al cambiar el comportamiento tiene
también repercusión sobre los estímulos sensoriales. En este
sentido decía el filósofo Platón que si pudiera elegir la música
que escuchaban e interpretaban los jóvenes, podría determinar la
sociedad que producirían. La Antigua Grecia creía que la música
educa.
Se ha definido la música como “el
arte de pensar con sonidos”. Por ejemplo, la música de bandas
militares produce un efecto especial en el ánimo y es porque los
aires marciales están poderosamente y con intensidad unidos o
relacionados con el elemento primitivo musical, el ritmo. La música
militar tiene un poder unificador, ya que con su ritmo conduce el
conjunto de voluntades hacia un fin. Por eso todo compás rítmico
condiciona automáticamente la voluntad humana.
Así pues, la onda sonora es al mismo
tiempo un medio de transmisión de un mensaje y el mensaje mismo, por
eso, todo sonido adquiere un significado para el receptor, cuya
interpretación subjetiva provoca una reacción y un estado
emocional. La presencia del sonido contribuye al proceso mediante el
cual los ambientes se convierten en lugares, imprimiéndoles una
atmósfera particular generadora de múltiples y variados
sentimientos y sensaciones. El sonido ambiental constituye una forma
de lenguaje que habla e informa al sujeto acerca del medio en que es
percibido, pudiendo ser interpretado mediante procesos cognitivos
similares a los de la percepción de la palabra. Por eso, la ausencia
total de ruido, el silencio absoluto, también provoca como el ruido
alteraciones psicosomáticas y trastornos en el comportamiento,
pudiendo llegar a hacerse irreversible. En este sentido, la
alternativa humana al ruido o a la mala música no es el silencio,
sino la buena música o el buen sonido.
Por otro lado, y para el sentido de
este artículo, John Blackpy, en 1973, definió la música como “un
producto del comportamiento de los grupos humanos, ya sea formal o
informal: es sonido humanamente organizado”. Esta nota humanista y
de orden sitúa a la música como diversa del ruido inhumano y del
silencio embrutecedor, pues el ser humano es ordenadamente
comunicativo como receptor o emisor.
También hay que advertir que la música
nos influye en los planos fisiológico, psicológico-emocional y
sociológico. Exactamente igual que los otros tipos de sonidos,
naturales, ruidosos o el mismo silencio.
La música tiene efectos fisiológicos
aparte de sugerir y/o potenciar sentimientos y emociones subjetivas.
Algunos de estos efectos fisiológicos poseen componentes paralelos a
los de las sustancias adictivas: desde el punto de vista conductual
piénsese en la avidez con la que los adolescentes consumen música,
consumo que no sólo tiene un efecto económico sino, sobre todo, en
términos de dedicación, por no hablar de la enorme cantidad de
recursos e inversiones individuales e institucionales dedicados a la
música y a los músicos. Los efecos fisiológicos más conocidos del
ritmo musical son una influencia sugestiva sobre el sistema
respiratorio y circulatorio, o sea, que la sensibilidad auditiva
determina una alteración fisiológica.
La música sentida como muy placentera
(la que produce escalofríos) va acompañada de cambios
psicofisiológicos (tasa cardíaca, respiración, electromiograma,
etc), así como de la activación de estructuras cerebrales
implicadas en el procesamiento cerebral del refuerzo, las mismas que
responden a refuerzos naturales como comida, sexo o drogas de abuso.
Es como si la música, al menos esta música, estimulara las vías
cerebrales que al activarse señalan que se han desplegado conductas
que promueven la aptitud biológica; de hecho, la naxolona, una
antagonista de los opiáceos y opioides, reduce el nivel de
satisfacción ante este tipo de música predilecta. La música reduce
los niveles de testosterona en varones y los aumenta en mujeres, a la
vez que reduce en ambos los niveles de cortisol, la hormona adrenal
de respuesta al estrés. La música aumenta la liberación cerebral
de oxitocina, una hormona asociada con el parto, el amamantamiento,
el orgasmo y el vínculo de pareja. Como decía la sabiduría
popular: “la música amansa a las fieras”.
Al oir música se correlacionan una
serie de procesos físicos, fisiológicos y sociales que, al
interactuar con nuestra experiencia y nuestro estado emocional,
pueden evocar recuerdos pasados, transportarnos a un mundo
imaginario, hacernos reflexionar, introducirnos en un estado de
conciencia diferente o simplemente deleitarnos con el entrelazamiento
de sonidos y silencio. Desde la psicología, el área de conocimiento
humano dedicado a la percepción, que estudia cómo organizamos e
interpretamos la información sensorial para darle significado, solo
pensar una canción importante subjetivamente puede cambiar el propio
humor. La percepción es un punto clave en la conformación de las
experiencias psicológicas relacionadas con el aprendizaje, la
emoción, las actitudes y la personalidad, ya que se ubica como un
sistema de filtro e interpretación de la realidad, del cual depende
toda una organización y clasificación de información de la que se
nutren las experiencias psicológicas.
Por su parte, la semiología musical
nos permite extender el nivel perceptual a un estudio del hecho
musical en su totalidad, es decir, el estudio de su semiosis –
proceso por medio del cual un individuo asimila, entiende, interpreta
y utiliza un signo socialmente establecido o produce uno nuevo al
interior de una comunidad musical -, nos proporciona una mirada para
comprender las posibles correlaciones entre estructuras sonoras y
conceptos específicos que postulan los individuos de determinada
sociedad musical.
La música humana tiene varias
funciones sociales: refuerzo de la conformidad a las normas sociales
-las canciones de control social desempeñan un importante papel en
un elevado número de culturas. Refuerzo de instituciones sociales y
ritos religiosos – se reafirman las instituciones sociales mediante
canciones que resaltan lo que es adecuado y lo que no. Contribución
a la continuidad y estabilidad de una cultura – al ser vehículo de
transmisión de la historia, de mitos y leyendas, ayuda a la
continuidad, y al transmitir educación contribuye a la estabilidad.
Contribución a la integración de la sociedad – al proporcionar un
núcleo de solidaridad en torno a los miembros de la sociedad la
música realiza una función integradora.
Con la era del Capitalismo industrial y
la sociedad consumista de masas, la estandarización, sincreción y
homogeneización de los diversos estilos del mercado de la cultura
está caracterizado por un extremado fraccionamiento de la oferta y
del público, pero lo que se refleja en realidad es un sistema
sustancialmente unitario de valores y modelos culturales, cuyas
diferencias reales no provienen de una diferencia de contenidos, sino
que muestras destinos sociales diferentes, es decir, identifican un
nivel y no un “valor” cultural autónomo. La destrucción
realizada por la industria de los “mass media”, ha sido mucho mas
amplia y completa desde el punto de vista de las tradiciones y de la
cultura popular que desde la “cultura elevada”; - como demuestra
claramente la progresiva especialización a la que el arte moderno
parece irremediablemente destinado - , especialización que impide
implícitamente a las masas la posibilidad de elaborar lo nuevo, de
producir autónomamente valores culturales. Teniendo en cuenta tal
proceso de expropiación cultural, es posible comprender mejor los
mecanismos a través de los cuales se ha ido formando, en sus
contenidos y lenguajes, la cultura de masas de la moderna sociedad
industrial. Paradójicamente, esta cultura de masas no surge de
modelos originados desde abajo, sino que, gracias a los grandes
medios de comunicación, la misma se impone desde arriba e forma de
mensajes formulados siguiendo el código de la clase hegemónica y en
base a modelos elaborados en el ámbito “culto”. De este modo se
ha creado la singular situación de una cultura y música de masas en
cuyo entorno las clases bajas consumen modelos culturales burgueses,
considerándolos, eso sí, expresión autónoma propia.
En la actualidad se detectan
consecuencias de gran relevancia sociológica causadas por la
difusión masiva de los productos de la industria musical. Entre
ellas se encuentra la enorme extensión del área de recepción
sonora. Las fuentes sonoras de nuestro medio ambiente acústico se
están multiplicando, exponiendo a nuestros oídos a una constante
acumulación de sonidos de todo tipo. Por otro lado, la concepción
tradicional que considera la obra de arte como algo fijo con valores
que permanecen inalterables va siendo sustituída por una perspectiva
distinta en la que el producto musical adquiere significado en el
momento de su comunicación.
Los productos de la música de masas
son además de mercancías (cuya finalidad última es la
rentabilidad), una respuesta industrializada a necesidades reales.
Por encima del hecho musical específico se puede observar una
carencia generalizada de valores sociales, una crisis de la cultura,
la atrofia de los sistemas culturales en las sociedades occidentales,
en los cuales ha adquirido una función extremadamente importante la
aparición de movimientos sociales de nuevo cuño en el ámbito de
los estratos juveniles. La presencia juvenil creciente es por un
progresivo alargamiento del período de la adolescencia social, del
incremento de la duración de la escolaridad. Y la adolescencia,
producto del Capitalismo e inexistente en otras culturas, supone
minoría de edad de la voluntad social.
Por tanto, y sociológicamente, la
música en la sociedad de masas nos hace menos libres al aumentar el
ruido no deseado, sin valores autónomos populares, mercantilizada
como producto de consumo, minorizando nuestra voluntad en una eterna
juventud irresponsable y líquida, sin historia ni pensamiento, un
consumible olvidable, ni artístico ni constructor de una
comunicación común.
- LA ERA DEL RUIDO CAPITALISTA URBANO.
Los habitantes de los países
industrializados vivimos inmersos en un mundo lleno de ruidos. A
diferencia de la visión, nuestro sistema auditivo está siempre
abierto al mundo, lo que implica una recepción continua de estímulos
y de informaciones sonoras de las que no podemos sustraernos. El
progreso técnico, la proliferación de los medios de transporte, el
hacinamiento, los hábitos culturales y el crecimiento urbano son,
entre otros, algunos de los factores que han contribuido en gran
medida a la degradación acústica del medio, y al deterioro de las
relaciones de la persona y su entorno. La Organización Mundial de la
Salud (OMS) afirma que el 76% de la población que vive en los
grandes centros urbanos sufre un impacto acústico muy superior al
recomendable; y el ruido daña seriamente nuestra capacidad auditiva
y ejerce una influencia negativa en nuestro organismo,propiciando
graves trastornos. Produce daños psicológicos como irritación y un
cansancio que provocan disfunciones en la vida cotidiana, tanto en el
rendimiento laboral como en la relación con los demás. La lista de
posibles consecuencias de la contaminación acústica es larga:
individualmente provoca dolor de cabeza, problemas de estómago,
alteración de la presión arterial y del ritmo cardíaco;
vasoconstricción, depresión del sistema inmunológico y alteración
de los niveles de segregación de endocrina; irritabilidad,
cansancio, estrés y perturbaciones del sueño, que conducen a
conductas agresivas, dificultades para la comunicación, problemas
mentales y estados depresivos, disminución del rendimiento y de la
concentración. El ruido no sólo produce perjuicios directos y
acumulativos sobre la salud, sino que además tiene efectos
socioculturales, estéticos y económicos: aislamiento social,
pérdida de privacidad, desaparición de culturas sonoras, pérdida
de señales sonoras alertantes, depreciación económica de la
vivienda, etc. Con niveles de ruido altos, la tendencia natural de la
gente hacia la ayuda mutua disminuye o desaparece, reapareciendo en
el momento en que se suprime la presión sonora.
El ruido ha constituído un problema de
preocupación social y política en todas las sociedades a lo largo
de la historia. Pero ha sido a lo largo de los dos últimos siglos y,
de manera espectacular, en los últimos decenios, cuando el ruido ha
aumentado de forma exponencial, extendiéndose tanto en el tiempo
(prácticamente a todas las horas), como en el espacio (casi en todos
los lugares habitados). La sociedad técnica es ruidosa y vivimos en
la Era del ruido.
Se puede definir el ruido como un
sonido molesto, intempestivo y desagradable que puede producir
efectos fisiológicos y psicológicos no deseados en las personas. La
percepción del ruido y de la molestia que acarrea tienen un marcado
carácter social, que se relaciona con los valores culturales
predominantes en una sociedad, y con los valores propios de las
subculturas que la integran (jóvenes). Hay hábitos, normas y
valores sobre el ruido, diferenciados por grupos sociales
(jóvenes-viejos, urbe-campo, automóvil-transporte público). En si
misma, la noción de ruido es una construcción social, un concepto
que implica una valoración social negativa sobre ciertos sonidos, de
manera que incluso la música puede ser considerada socialmente un
ruido.
Vivir en sociedades que producen cada
vez más ruido va ser cada vez más caro, pues el ruido solo se puede
paliar o moderar con fuertes inversiones de la sociedad. El coste
económico del ruido se hace evidente en el precio de las viviendas
construídas en ambientes de contaminación acústica, en los costes
de insonorización de los edificios, o en los gastos en los
tratamientos de enfermedades derivadas del ruido. No se trata de un
problema técnico, sino más bien de carácter social, pues no hay
proporción entre costes y reducción de los niveles de contaminación
acústica.
El ruido es un sonido que atenta contra
nuestra libertad y voluntad, al igual que el silencio absoluto. Pero
la alternativa de nuestra necesidad comunicacional humana, y, por
tanto, autónoma y querida, no se compone solo del lenguaje y los
sonidos naturales o buenos, sino que también de la música. Sin
embargo, no de todo tipo de música o sonidos llamados así.
- LA MÚSICA MANIPULADORA Y REFORZADORA DEL SISTEMA.
La música guarda una estrecha relación
con el estado de ánimo de las personas, de ahí que todos los
ejércitos y todos los grupos religiosos concedan en sus liturgias un
papel preponderante a la música. La música potencia o induce un
estado de ánimo análogo al de sus propiedades ( sin duda hay
músicas alegres y músicas tristes), y tendemos a querer escuchar el
tipo de música que más acorde está con el estado de ánimo que
presentamos en un momento dado. Se ha comprobado que cuando se
manipulan dos rasgos musicales, como son el modo (mayor o menor) y el
ritmo, se provoca en los sujetos una variación en la percepción
emocional a lo largo del continuo tristeza-felicidad. Históricamente,
fueron los griegos los primeros en sistematizar el efecto de la
música sobre la conducta humana. Decían que podía aliviar a los
deprimidos y detener a los violentos. El filósofo Aristóteles
consideró la música un arte de enorme importancia, sobre todo por
su influencia en el dominio de las pasiones. Escuchar temas alegres
produce un baño químico de neurotransmisores del placer en nuestro
cerebro, que nos lleva a sentirnos contentos y a percibir la vida
desde ese estado emocional. Un estudio realizado por el investigador
Jacob Jolij Meurs Maaike, del Departamento de Psicología de la
Universidad de Groningen, muestra que la música tiene un efecto
sumamente importante en la percepción. El cerebro no sólo acumula
expectativa sobre la base de la experiencia, sino que la misma
también puede ser influenciada por el estado de ánimo provocado por
la música.
Cada emoción nos predispone de un modo
diferente a la acción. Nuestras decisiones y acciones, dependen
tanto (y a veces más) de nuestros sentimientos, como de nuestros
pensamientos. Existe una relación connotativa entre la música y la
experiencia emocional afectiva, definida por ciertas similitudes en
la forma lógica. Patrik Nils Juslin, neurocientífico, ha
identificado siete mecanismos psicológicos que explican la relación
entre música y emoción:
- Reflejos del tronco encefálico: Las características acústicas dela música, son tomadas en primer lugar por el tallo cerebral, quien nos indica ese evento. Un acorde disonante hace que se dispare de esta manera la adrenalina y la emoción empiece a desarrollarse inducida por la música. Reflejamos el impacto inmediato de las sensaciones auditivas simples.
- Condicionamiento evaluativo: Mientras escuchamos la música, de repente esa melodía queda asociada con un estímulo positivo o negativo. La emoción del estímulo queda inducida y condicionada por la música.
- Contagio emocional: Escuchando la música, en sus notas, en su letra, en la melodía, etc, percibimos una emoción determinada: tristeza, alegría, etc. Mecanismos cerebrales inducirán a la inducción de esa emoción.
- Imágenes visuales: en el transcurso de la música, se emparejan imágenes que acompañan a la música (videos, paisajes, etc). Las emociones experimentadas entonces serán el resultado de la interacción que se de entre música e imágen.
- La memoria episódica: La música evoca de repente un recuerdo particular, un evento que ya vivimos. Esta emoción puede ser altamente intensa, debido a que el patrón de reacción psicofisiológica del evento original, está almacenado en la memoria, junto a los contenidos experienciales.
- La esperanza musical: La música sorprende la expectativa musical del oyente. Nos evoca una nueva emoción inesperada.
- Evaluación cognitiva: Cuando acaba la música la evaluamos cognitivamente como buena o mala. Lo que también evocará emociones determinadas. Esta sería la utilización práctica del poder emocional de la música. Una evaluación cognitiva sería, por ejemplo, que las nanas nos adormecen porque las melodías lentas y con cadencia descendente apaciguan.
Así, la música incide
fundamentalmente sobre nuestra sensibilidad emotiva. En realidad,
todo entra a nuestra vida psíquica a través del sentimiento, es
analizado por el pensamiento, siendo la consecuencia última el acto
de la voluntad que promueve, actúa o se abstiene. La música, al
influir sobre nuestros sentimientos afecta nuestro querer y en menor
grado nuestro pensamiento. Además, las emociones con las que se
procesan los eventos funcionarían como un sistema de filtro,
seleccionando los hechos que van a ser guardados en nuestra memoria
de forma más duradera. La música emocionalmente activante mejora la
memoria, y la música relajante puede deteriorarla.
Por otra parte, a diferencia del habla,
la música actúa como un superestímulo. La música es un estímulo
desencadenador innato y la respuesta que suscita es una conducta
típica de especie. El autor Dorrel lega a afirmar que la música es
en realidad un superestímulo en comparación con la musicalidad
propia del habla (en concreto, la armonía es una propiedad básica
de la música que no se produce en el habla, puesto que no cabe
esperar que tratemos de escuchar a más de un hablante a la vez, lo
que sí se supone que ocurre cuando varias personas cantan juntas);
por su parte, el ritmo musical es también un superestímulo en
relación con la aparente falta de ritmo del lenguaje hablado. Como
ocurre con el lenguaje verbal, existen estructuras cerebrales directa
y específicamente implicadas en el procesamiento de la música y en
la propia respuesta emocional. Por otra parte, la música puede ser
un estímulo que enriquece los procesos sensoriales, cognitivos (como
el pensamiento, el lenguaje, el aprendizaje y la memoria) y motores,
además de fomentar la creatividad y la disposición al cambio.
Abundando, el hombre, organiza los estímulos que le informan sobre
el medio y crea nuevos diseños para emplear estos estímulos,
derivándose de estos su sentido estético. Al desarrollarse modos de
enriquecer su relación con los sentidos, el papel de la música es
enriquecedor. Finalmente, cuando escuchamos música tenemos en cuenta
factores como la complejidad, la familiaridad y la novedad del
estímulo. El grado de familiaridad de la música escuchada determina
que la experiencia musical sea placentera o displacentera. El valor
hedónico es bajo cuando la música es totalmente nueva para el
oyente, aumenta con el incremento de la familiaridad y vuelve a
decrecer cuando la música escuchada es totalmente conocida.
Supuesto lo anterior, es conocido que
la música es empleada en el capitalismo industrial como reforzante
del consumidor masivo. La información que transmite la música es
emocional y ese carácter da fuerza a los mensajes canalizados por
ella y su facilidad para grabarse en la memoria. La música
multiplica la capacidad emocional de la imagen: la simple
presentacion de imagenes visuales de contenido emocional sólo es
capaz de evocar respuestas emocionales de carácter cognoscitivo, sin
embargo, cuando se presentan simultáneamente con estímulos
musicales congruentes, provocan fuertes sentimientos y emociones en
el espectador de forma automática. Por otro lado, la estructura
profunda, tema o esencia de una pieza musical se recuerda más porque
le da coherencia y sentido de unidad. Este potencial poder mnemónico
de la música es un aspecto que la diferencia y hace preferible al
lenguaje a la hora de educar, manipular o influir positiva o
negativamente. Por tanto, la música ayuda a la publicidad o
propaganda como herramienta de memorización. La música revierte sus
propiedades a los anuncios publicitarios, y por ende, en el objeto de
consumo. Por eso la música asociada a un discurso permite inducir
emociones en los oyentes, creando una sinergia potente y haciendo que
consiga ese aspecto persuasivo que un discurso carente de ella no
lograría. Aun así, para conseguir un mejor efecto persuasivo,
siempre será mejor adecuar dicha música al contenido que se
pretende transmitir y/o a la audiencia que se pretende persuadir. En
la publicidad, Manuel Palencia, afirma que “sin duda la música es
el componente más destacado de la banda sonora del anuncio pero no
puede llegar a entenderse sin la combinación estratégica de todo el
resto de componentes”. El objetivo de la música en publicidad es
persuadir, conseguir que el público al que se dirige una banda
sonora o canción entienda el mensaje, y sin tener que comunicarlo
directamente ejecute la acción que se desea, y es que la persuasión
consiste en la utilización deliberada de la comunicación para
cambiar, formar o reforzar las actitudes de las personas, siendo
estas últimas representaciones mentales que resumen lo que opinamos
de las cosas, personas, grupos, acciones o ideas.
Otro punto importante contemporáneo es
que la costumbre de escuchar música en actitud pasiva es una
tradición reciente surgida en el mundo occidental. En otras culturas
no se entiende la música sin movimiento. La música es una
experiencia multisensorial, ya que no sólo implica el sentido del
oído, sino también el de nuestro propio movimiento (propiocepción)
y el del equilibrio (sistema vestibular). Esta característica
cultural occidental pasiva indica una capacidad de no sentirla
plenamente ni naturalmente humana sino su carácter industrial,
involuntaria y no libre.
Definitoriamente,la música solo es
coercitiva o manipuladora cuando se constituye en una forma de
influencia que busca el control sobre otras personas y puede darse en
diferentes grados en las relaciones interpersonales y sociales. Se
puede dar en diferentes entornos: privados y públicos, familiares,
laborales, educativos, institucionales, mediáticos, religiosos y
políticos. La coerción y la manipulación son dos formas de
influencia que ponen énfasis en la respuesta deseada. No se tienen
en cuenta los intereses de los individuos a los que van dirigidas; en
ellas, el fin que se persigue justifica los medios utilizados. La
coerción utiliza medios de presión, fuerza y dominación para
limitar y modelar las posibles respuestas; estos medios pueden ser
más o menos sutiles o explícitos. La manipulación añade un
componente de engaño, de ocultación, de distracción de los
verdaderos objetivos que persigue el manipulador. Intenta conseguir
que el manipulado colabore de buen grado y llegue a creer que está
siendo beneficiado. Se falsean para ello, en diferentes medidas,
apariencias, circunstancias, hechos, información y resultados. Se
afecta la voluntad, la afectividad y decisión autónoma del
individuo. Se manipula en las emociones independientemente de la
inteligencia. Con la música se puede movilizar a las personas como
se quiera: hacerlos bailar, desfilar (que es para lo que sirve
expresamente la música militar) sin pedirlas permiso para ponerlas
en marcha. El manipulador musical se dirige directamente a sus
laberintos y a su médula espinal. Los tambores primitivos son
“hechizantes” y una persona en estado de trance, se encuentra
totalmente a merced del otro. Se ha manipulado su cuerpo,
impidiéndole reaccionar. En el fondo, la música manipulativa
transforma a las personas mediante el sonido: las puede dinamizar.
- ORIGEN Y CONDICIONAMIENTO MUSICAL INNATO.
Existen determinados sonidos que
agradan especialmente al niño y que ejercen un efecto más o menos
sedante en su respuesta. Tales efectos es probable que tengan su
origen en la percepción auditiva intrauterina, ya que el oído es
uno de los sentidos más tempranamente desarrollados en el feto
humano, y ésto hace posible que posea memoria auditiva; percibe
sonoridades que se producen tanto dentro del organismo de la madre
(respiración, flujo sanguíneo, latido cardíaco, etc), como las que
provienen del exterior (ruidos,música, etc). Experimentos con
sonidos universales tales como el de lmar, viento, ríos, pájaros,
etc, así como de ruidos domésticos y determinados estilos de
música, han obtenido resultados muy positivos en las reacciones de
los niños, calmando su llanto o malestar. De hecho, se ha comprobado
que el estímulo auditivo o vibratorio provoca diferentes respuestas
en el niño, con lo que se puede hablar de condicionamiento musical.
Un sonido, una voz, una melodía, etc, nos hacen reaccionar ya desde
el vientre materno. Con mayor poder que el gusto, que el tacto,
incluso que la vista, el oído es el primer sentido que nos conecta
con el exterior aún sin haber nacido y el que tiene más fuerza a la
hora de generarnos emociones. Otra prueba del condicionamiento
musical es que tarareamos y silbamos canciones que nos vienen a la
mente, a veces incluso, sin que sean de nuestro agrado, porque en
nuestro cerebro actúa un mecanismo neuronal llamado “reflejo
emocional condicionado”. Esto es: la hemos escuchado en una
situación agradable y al tararearla tenemos como objetivo: volver a
sentir la misma emoción agradable (“condicionamiento evaluativo”).
Visto este origen o génesis de la
capacidad musical, ésta, más que un producto de la cultura, parece
una capacidad innata universal que es modulada de acuerdo a la
experiencia específica. Estudios sobre la preferencia por patrones
sonoros asociados a oradores, han mostrado que los niños de 2 a 6
meses de edad muestran preferencia por las personas que emiten
secuencias de intervalos consonantes, dirigiéndose hacia ellos y a
menudo sonriéndoles; mientras que ante los que emiten secuencias de
intervalos disonantes se muestran molestos y a menudo lloran. Otra
prueba del carácter innato de la música es que la expresión de
alegría, tristeza y miedo por la música tiene un carácter
universal.
Por tanto, hay que concluir que la
música siempre estará presente en las sociedades humanas como parte
integrante de la condición humana con lo que aquéllas han de buscar
su convención novedosa autónoma para fines sociales positivos como
parte de su libertad.
- LA MÚSICA COMO ADAPTACIÓN CULTURAL Y GREGARIA, COMO COMUNICACIÓN Y COMO ARMONIZACIÓN.
En el presente artículo se acoge el
planteamiento contrario al de Pinker de 1997, quien asegura que la
música es una exaptación, un rasgo que no tiene ningún valor
adaptativo y que simplemente existe como una manifestación
conductual que acompaña a otra u otras que si tienen valor
biológico. A lo largo de la historia la música ha sido un medio de
expresión y de comunicación no verbal y, debido a sus efectos
emocionales y motivacionales, se ha utilizado como un instrumento de
manipulación y control del comportamiento de grupos e individuos.
Podemos pensar en las marchas militares, en la música del
supermercado, oficina o discoteca, los himnos nacionales, etc.
También posee una función facilitadora en el establecimiento y la
permanencia de las relaciones humanas, así como en la adaptación
social del individuo a su medio. Pero, la música también ha tenido
importantes funciones libertarias, revolucionarias, subversivas y de
protesta o dignidad social. También la historia es la lucha entre el
poder y la libertad. Las antiguas civilizaciones estaban sometidas al
control de gobernantes que conocían el poder de la música. Se han
ganado batallas y comenzado revoluciones gracias a la inspiración de
la música. Aristóteles sostuvo que la música estimulaba la
voluntad, acercando a los hombres a la guerra o a la paz, al placer o
a la tortura, a la dulzura o a la ira. Los griegos categorizaron la
música en dos tipos: la de efecto calmante y meditativo, y otra
excitante y entusiasta.
Otra característica comprobada y
social de la música es que impulsa el gregarismo. La música parece
fomentar el impulso natural a formar grupos. Ya los griegos fueron
capaces de clasificar la música según el tipo de emoción
compartida en la que podía tener una función cohesiva especial: La
“música Frigia” era marcial y se utilizaba para promover la
agresividad necesaria para la batalla, mezcla de miedo y rabia, con
el sonido de las trompetas; la “música Lidia” era solemne,
lenta, contemplativa, siendo la flauta el instrumento preferido
(genera un estado de relajación asociado a la liberación de
serotonina); finalmente, la “música Jonia” era la que se tocaba
en fiestas y banquetes, acompañada de tambores (el baile y la danza
eran sus complementos naturales). Esta última era la música para el
puro placer, el que en la naturaleza va acompañado por liberación
cerebral de dopamina y endorfinas. La música potencia o induce un
determinado estado de ánimo y esta propiedad la convierten en un
elemento de sintonía y sincronización que pueden servir para
facilitar el compromiso con el grupo y los fines de sus integrantes;
en definitiva, es un facilitador o potenciador de la cooperación. En
este caso las señales han de ser fiables, en el sentido de que el
grado de coordinación y compromiso que se logra en el grupo, y que
las expresiones musicales sacan a flote o ponen de manifiesto, ha de
ser real y no fingido, entre otras cosas porque al no haber
necesariamente relaciones de parentesco entre los integrantes del
grupo, es claro que el riesgo de engaño (manifestarse tal como el
grupo espera con el fin de lograr los beneficios de pertenecer al
grupo sin pagar los costes) es grande. Por tanto, la capacidad de la
música para generar estados de ánimo ayudaría a este propósito al
“sincronizar obligatoria” y emocionalmente a los integrantes del
grupo, evitando de esa manera el engaño. Se supone que estas
alianzas grupales se forman con el fin de poder afrontar las amenazas
externas, con lo que las manifestaciones grupales, de las que la
música y la danza constituyen señales fiables, sirven para
transmitir información a los demás grupos: la música y la danza
han podido evolucionar como un sistema de comunicación relativo a la
calidad y credibilidad de las alianzas sociales, es decir, del grado
de certeza de que la alianza no se romperá por causas del egoísmo
individual cuando las amenazas externas acechen. Por otro lado,las
manifestaciones musicales promueven o facilitan la vinculación
afectiva. La especie humana es una especie muy grupal (social), donde
el mantenimiento y refuerzo de los vínculos de sus miembros puede
ser decisivo. Tanto el canto, cuando se ejecuta a gran volúmen, como
los instrumentos musicales, potenciarían las propiedades de
superestímulo que tiene la música. Gracias a esto, un solo
individuo puede establecer contacto emocional con muchos miembros del
grupo a la vez; incluso la coordinación en la manifestación musical
con varios miembros del grupo podría muy bien potenciar sus efectos.
Todos sabemos los efectos euforizantes y de contagio que produce
cantar en grupo, como hacen los excursionistas en el autobús o los
aficionados en los campos de fútbol, por no hablar del himno
nacional. Los diferentes tipos de músicas pueden servir como marca
de pertenencia y compromiso con un grupo: sólo quienes se sienten
completamente identificados con el grupo son capaces de
reconocer/interpretar de forma convincente la música que los
identifica como pertenecientes a ese grupo. Tal vez por eso, el
ambiente musical (cultura musical) en que se ha crecido es el que
promueve las emociones mas intensas cuando se escucha esa música de
adulto, y, tal vez también por eso, los niños se sienten tan
irresistiblemente atraídos hacia la música, porque hay una
predisposición biológica a responder y reconocer las señales
propias del grupo – la música sería una de ellas -, aquellas que
marcan la identidad del grupo en el que se ha de integrar (el
lenguaje sería otro ejemplo).
La música forma parte del conjunto de
mecanismos y procesos comunicativos intraespecíficos. Es un ejemplo
natural de las diversas formas que la comunicación adopta en la
naturaleza de tipo acústico y podemos recordar desde el canto de los
grillos en Primavera o los de las ranas alrededor de sus charcas,
hasta el canto de las ballenas o el uh! uh! De los chimpancés, sin
olvidar el trino de los pájaros cantores o el aullido nocturno de
los lobos y perros. Tagg define la música: “es esa forma de
comunicación interhumana en la que un sonido no verbal organizado en
términos humanos es percibido como portador de patrones de
cognición primariamente afectivos (emocionales) y/o gestuales
(corporales)”. Si las señales acústicas que los animales emiten
son rasgos biológicos y tienen una función biológica, por
analogía, ya que no se puede asegurar que se trate de una homología
biológica, hemos de concluir que la música humana también es un
rasgo biológico con una (o más) funciones biológicas, lo que
implica que la música promueve (o lo hizo en el pasado) el éxito
reproductivo como teorizó Charles Darwin. La teoría darwiniana se
ve como aproximativa y plausible al tener la música distintas
funciones comunicativas, sexuales, de relaciones parento-infantiles y
de sociabilidad, actualmente. Por su parte, la tradición semántica
del significado de la música es que es un tipo de comunicación
emocional no proposicional. Desde el estilo Romantico en el siglo
XIX, la música se usó para “mover los afectos” sumando un
argumento más a la teoría afectivo-sexual.
Además, la música es universal y
semejante al lenguaje. Todos los seres humanos de todas las culturas
y sociedades son capaces de reconocer la música cuando la oyen y de
reproducirla y hasta crearla, aunque solo sea mediante la voz y el
canto. Hay quien llega a afirmar que, como en el lenguaje, existe
para la música una especie de sintaxis universal a la de la
gramática universal propuesta por Noam Chomsky para el lenguaje. Sí
parece que las frases musicales, las melodías, tienden atener las
mismas dimensiones temporales que las oraciones gramaticales, entre
uno y varios segundos. La música es un tipo de comunicación
acústica de contenidos emocionales, donde la conexión entre el
significante (la música) y el contenido (lo que con ella se trata de
comunicar) es muy estrecha y nada abstracta, a diferencia de lo que
ocurre con el lenguaje donde, hecha abstracción de la entonación
que tiene mucho de música, la relación entre significantes
(palabras y frases) y significados (la información) es abstracta y
arbitraria. Por otro lado, al igual que la expresión facial de las
emociones, la comunicación emocional que la música permite es
también universal, lo que significa que será entendida por
cualquier ser humano que la perciba. Pero hay otros aspectos
intrínsecos de la música que también son universales:
fundamentalmente la tonalidad, la armonía y el ritmo. Así, la
comunicación en la música, a diferencia del lenguaje, es posible
pues transmite significados aunque su nivel semántico no esté tan
bien definido como en el lenguaje. Paradójicamente, el significado
de la música se encuentra en las emociones y sentimientos que
elicita y por eso puede ser tan personal y variado. No existe un
único significado a comprender de una composición musical. Esta
carencia de componentes semánticos rígidos es la que permite a los
oyentes extraer, de entre los significados del conjunto de
combinaciones, su propia interpretación de la pieza como un todo.
Esto confiere a la música una flexibilidad y riqueza que el lenguaje
no tiene. Los mecanismos neurales de procesamiento musical y
lingüístico, por su parte, son distintos y la música es
“abstracta” como lenguaje por la dificultad para entenderla como
cognición, ya que la música por si misma no ostenta ni un formato
proposicional ni un formato viso-espacial que son las conformaciones
típicas de la cognición humana, a salvo de que música y lenguaje
se pueden integrar juntos.
La eficacia de la música como
“lenguaje universal”, como afirmó el filósofo Rousseau, viene
determinada por el hecho de compartir las experiencias de sus
creadores. John Blacking, en 1973, afirmó en este sentido: “La
música puede expresar actitudes sociales y procesos cognitivos, pero
es útil y eficaz sólo cuando es escuchada por oídos preparados y
receptivos de personas que han compartido, o pueden compartir de
alguna manera, las experiencias culturales e individuales de sus
creadores”.
Una capacidad o característica de la
música bien comprobada es su poder de armonización espiritual. La
música nos conduce a una rearmonización del estado de ánimo y de
los sentimientos. Para expresar y/o controlar las emociones, la
música nos brinda unos recursos y procedimientos que sería
conveniente tuviéramos en cuenta: la estrecha relación existente
entre un determinado estado de ánimo y su expresión exterior, es lo
que nos permite actuar sobre las emociones con la música. También
sucede que se va formando así mismo un mecanismo de feed-back (o
retroalimentación), en el que no solamente el estado de ánimo
produce una expresión emocional, sino que a su vez esta expresión
tiende a despertar o mantener el estado de ánimo. La música afecta
de tal forma al nivel psicofisiológico y emocional de la persona,
que existe una necesidad de estimular el pensamiento positivo y las
emociones constructivas mediante la música. La armonización musical
la expresó el famoso violinista Yehudi Menuhin así: “La música
ordena el caos, pues el ritmo impone unanimidad en la divergencia, la
melodía impone continuidad en la fragmentación, y la armonía
impone compatibilidad en la incongruencia”. Se puede recurrir a
terapias de sonido para armonizar y equilibrar el cuerpo, su energía,
la psique y la mente, comenzando caminos de transformación personal.
El sonido es vibración y nuestro cuerpo tiene una vibración al
igual que cada órgano del mismo vibra con una frecuencia específica,
aunque ésta no sea audible para las personas. Si una parte de
nuestro cuerpo enferma, la vibración que emite no es armónica
porque, en realidad, cuando enfermamos nuestro cuerpo es como un
instrumento desafinado y la misión del terapeuta musical es volver a
afinarlo. La terapia musical aplica frecuencias de sonido al cuerpo
de una persona con la intención de llevarla a un estado de bienestar
físico. La música o los sonidos aquí actúan como catarsis de
emociones no expresadas verbalmente y como una influencia que puede
producir cambios en la personalidad creando un puente hacia el
bienestar. El sonido tiene la habilidad de penetrar en las células
del cuerpo y en la mente consciente e inconsciente; puede ser
utilizada para hacer frente a problemas tales como: bloqueos
corporales, emociones dolorosas, para mejorar nuestra conciencia
corporal, para relajar nuestro sistema nervioso a un nivel profundo,
aliviando el estrés o la ansiedad y ayudando a estar más en
conexión con nuestra intuición a través de la escucha externa e
interna. Por ejemplo, una de las herramientas que utiliza la terapia
de sonido para ayudarnos a alcanzar un equilibrio físico y emocional
es la entonación. Consiste en hacer sonidos vocálicos alargándolos
durante cierto espacio de tiempo con el propósito de equilibrarnos.
Entonar conjuntamente con otros, también crea un sentido de unidad.
Todo el mundo utiliza la entonación de forma espontánea. Nuestro
lenguaje es rico en palabras que expresan estas entonaciones:
bostezar, gruñir, silbar, gritar, estornudar, gimotear, gemir,
jadear, canturrear, suspirar, reir, sollozar, rugir, llorar,
carraspear, chillar, berrear, cantar, etc. El sentirnos libres de
hacer sonidos es una parte integrante del funcionamiento saludable.
Los sonidos plenamente expresados son mecanismos compensatorios. Si
se tienen dificultades en poder expresar el sonido, puede ser un
indicador de traumas o bloqueos energéticos o emocionales, los
cuales inciden negativamente en nuestra salud. La entonación libera
estrés y emociones reprimidas. Si entonamos regularmente y cantamos
estamos ayudando a recargar el cuerpo y restablecer la salud de la
mente, cuerpo y espíritu.
En conclusión, la música puede tener
un sentido de adaptación cultural y social, es otra importante forma
de relación comunicacional y puede armonizarnos frente a un orden
industrial con jerarquías hegemónicas culturales y sociales, el
aislamiento comunicacional moderno y la desarmonía tecnológica que
impone pautas maquinales a nuestro organicismo y el individualismo
posesivo alienante.
- CONCLUSIÓN: LA MÚSICA COMO UTOPÍA.
Afirma Christopher Small: “De todas
las artes, es la música – probablemente por su casi total carencia
de contenido verbal o representativo explícito – la que más
claramente revela los supuestos básicos de una cultura”. El ruido
de la sociedad actual revela una sociedad sometida a la tecnología y
no libre, que no respeta su medio ambiente común. La música
manipulativa revela una cultura del beneficio mercantil a toda costa
y del consumismo desaforado que agota y exprime los recursos y al
propio ser humano tratado como un medio y no como un fin en sí
mismo. Pero la alternativa no es el silencio de los cementerios o el
de la soledad indeseada, sino la música humana de nosotros y para
nosotros. La estrategia a seguir mas revolucionaria es crear arte y,
lo mas colectiva y participativamente posible, como muestran
subculturas y escenarios culturales alternativos.
Una sociedad sin música de arte, será
una sociedad mecanizada en la que tendrán cabida únicamente los
seres dotados con obediencia absoluta. Los individuos que la
conformen sólo necesitarán una mínima parte de su cerebro para
funcionar. La necesidad de casa, vestido y sustento es tan importante
como el mandato universal de evolución. Pero mal y poco tiempo
podríamos gozar de aquellos bienes, propiciando los grados de
violencia y neurosis que puede generar una sociedad cuando se ve
privada de cauces bellos, nobles y humanistas para desfogar la carga
de sus emociones cotidianas. Y esa evolución sufriría un retroceso,
ante la incapacidad de experimentar las otras emociones. Ésas tan
inéditas, misteriosas e inenarrables hacia donde la música es capaz
de arrebatar el alma.
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